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¿Por qué aún estudio los credos históricos y las confesiones?

Habiendo crecido en la Iglesia Reformada en América, los credos y confesiones históricas (especialmente el Credo de los Apóstoles y el Catecismo de Heidelberg) formaron una parte esencial de la adoración y la instrucción en la doctrina que recibí en la iglesia que crecí.

Aunque cuando era joven no apreciaba el valor de los credos y confesiones, su significado y valor es muy importante para mí ahora. Webster afirma que: «un credo o una fórmula confesional es una indicación pública y vinculante del Evangelio que se nos presenta en el testimonio de las Escrituras, por el cual la iglesia afirma su lealtad a Dios, repudia la falsedad que amenaza a la iglesia y se reúne en torno al juicio y la consolación del evangelio». [1] Lejos de tener algún valor existencial propio, los credos y confesiones dan testimonio del evangelio declarado en las Escrituras. [2] En lugar de ser una declaración de fe que apunta a alguien (o a algo) distinto de Cristo, los credos históricos ortodoxos de la iglesia cristiana son un «exclamación de testimonio» al Cordero de Dios (Juan 1:29); son un «testimonio» de Cristo, «no una autoafirmación».[3]

En este momento, esto es importante en mi vida como esposo, padre, mentor y maestro. Es importante porque diariamente nos enfrentamos a un diluvio de doctrina y pensamiento que nos puede alejar del Evangelio. Los credos y confesiones reformadas no reemplazan al Evangelio, sino que son «servidores del evangelio», ya que nos atan a su verdad.[4] Como esposo y padre creo que es mi responsabilidad darle a mi familia un fundamento espiritual sólido, basado en la verdad de la Palabra de Dios para que ellos “retengan la norma de las sanas palabras…en la fe y el amor en Cristo Jesús” (2 Tim. 1:13). Los credos y las confesiones nos ayudan a establecer este fundamento, ya que apuntan a las Escrituras como base de la declaración de nuestra fe cristiana. Dos confesiones que usamos como familia son el Catecismo Menor de Westminster y el Catecismo de Heidelberg. Ambos catecismos ayudan a reorientar nuestro pensamiento alrededor de la verdad bíblica – nos reorientan porque naturalmente nuestra inclinación es volver al pensamiento centrado en el hombre y no en Dios – y nos proveen un lente a través del cual podemos ver el mundo desde una perspectiva cristiana.

El ministerio en el que participamos mi esposa y yo también nos brinda muchas oportunidades para ayudar a personas a pensar bíblicamente acerca de Dios y a contrarrestar las ideas falsas con las que las personas han crecido. Saber que nuestro «único consuelo en la vida y en la muerte» es que él no es suyo, sino que pertenece, en cuerpo y alma, a su «fiel Salvador Jesucristo» [5] es un consuelo incomparable y absolutamente confiable, sin importar lo que suceda en la vida. Si bien es posible que no utilicemos las palabras exactas del Catecismo de Heidelberg, esta es una verdad a la que hemos acudido una y otra vez para nosotros mismos y al ministrar a personas que Dios pone en nuestro camino.

Traducido por: Karla Martinez

[1] John Webster, Confessing God: Essay in Christian Dogmatics II. (London:T & T Clark International, 2005), 123.

[2] Ibid, 125.

[3] Ibid, 124.

[4] Ibid, 119.

[5] Philip Schaff, The Creeds of Christendom, with a History and Critical Notes: The Evangelical Protestant Creeds, with Translations, vol. 3 (New York: Harper & Brothers, 1882), 308.

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